Afortunadamente pude tomarme unos días de vacaciones en mi ciudad natal, San Carlos de Bariloche, adonde aproveché para visitar unos días a mi padre, quien vive allá desde 1984, y acompañarlo en su cumpleaños número 80 junto a mi hijo, que viajó conmigo. Como para arrancar el post, me pareció mejor poner como imagen principal la que se ve acá al costado, una foto que saqué desde la confitería giratoria de la cumbre del Cerro Otto, a unos 5 kilómetros del centro de Bariloche. Más entretenida que las del centro de diálisis que se verán más abajo, ¿no?
Obviamente, la diálisis es una realidad que lo acompaña a uno haga lo que haga y esté donde esté, de manera que –como sucede siempre durante las vacaciones– tuve que prever esta cuestión antes de viajar. Y me pasó algo por lo que hubiera apostado, aunque no lo hice. Antes de viajar a Bariloche estaba seguro de que, estando allá, me llamarían para un trasplante. Y así pasó: al día siguiente de llegar recibí la llamada del doctor César Bombelli, del Hospital Italiano (a quien conocí en el centro de diálisis del Hospital Alemán, ya que él estuvo como médico de turno un tiempo) diciéndome que estaba en operativo de trasplante. Obviamente, en el momento decidí que no: prioricé estar con mi hijo, vivir los 9 días en Bariloche juntos, un viaje con el que habíamos soñado durante 3 meses. Amén, claro, de que el propio Bombelli admitió que tampoco hubiera sido conveniente que viajara ya que el tiempo de isquemia terminaría siendo demasiado extenso: muy cercano (o superior) a las 24 horas.
Evidentemente, no tenía que ser en ese momento. Ya será, y tengo una fe ciega que será este año. Que conste en actas (sigue). Lee el resto de esta entrada »