Diario de diálisis

Crónicas, reflexiones y sentimientos de un paciente que comenzó un tratamiento de diálisis

A QUIENES SIGUEN ASIDUAMENTE DIARIO DE DIÁLISIS

Posted by Alejandro Marticorena en lunes, 28 May, 2007

Después de tantos días sin escribir ni tocar este querido blog creo que les debo unas palabras a quienesCama insomne siguen frecuentemente las cosas que publico aquí. Casi con horror descubrí, viendo el almanaquecito que está sobre la columna derecha del blog, que pasó una semana completa, con sus días y sus noches, en que no escribí un solo post. ¿Qué fue lo que pasó?

Simple: no escribí durante varios días porque no anduve (anímicamente, al menos) hecho un cascabel. Tampoco me deprimí, ni nada que se le parezca, no se preocupen.

Creo que simplemente fue la necesidad de tomar un poco de distancia. La necesidad de «desconectarme» (qué paradoja, tratándose de diálisis, ¿no?). La necesidad de pensar en cosas diferentes. En otras cosas. Ni mejores ni peores. Otras.

No creo que esto se haya debido a alguna clase de saturación ni mucho menos.

Creo que la explicación puede venir por otro(s) lado(s). No intentaré ahora, en este preciso instante, agotar la cuestión.

Lo que sí puedo (y quiero) relatar en este momento es lo que me pasó un par de noches de la semana que pasó. Ésta podra ser la facha de mi perro insomnio

Mi perro insomnio

Yo no tengo perro ni (por ahora) mascota. Pero el insomnio muchas veces cumplió para mí una función canina ineludible. Allí estuvo, casi siempre, hociqueando, a mis pies, siguiéndome hasta cuando me subía a la cama. Y yo, como siempre fui agradecido a la fidelidad en cualquiera de sus formas, dejaba a mi perro insomnio subirse a mi cama. Pero claro, cuando uno tiene un perro con forma de insomnio (o, mejor dicho, un insomnio con forma de perro) el tema es complicado porque a la larga uno tiene que irse de la cama para que el insomnio se vaya de la cama. Con lo cual terminábamos, mi insomnio y yo, tirados en el sillón del living y viendo alguna película de madrugada. Hasta que mi perro insomnio se cansaba y se iba por ahí, merodeando quién sabe qué.

Y yo entonces me quedaba frito, y me despertaba a horas imposibles (cercanas al momento en que mi mujer se levanta para ir a trabajar, a eso de las 6:00 AM) y yo me pasaba a la cama para dormir la última hora que me queda antes de que me toque levantarme a mí, despertarlo a mi hijo para llevarlo a la escuela, hacerle el desayuno (leche chocolatada tibia: dos minutos y medio a la hornalla, ni más ni menos, y galletitas dulces), dárselo para que lo tome mientras yo me baño y me saco, agua mediante, las últimas telarañas que el sueño (y los 0,50 miligramos de Clonazepam diarios) me dejaban enredados en los párpados y en las ganas.

Pero el insomnio no fue el tema durante la semana pasada. Es decir, estuvo, y quizás más que nunca. Pero no fue lo central.

La angustia, el encierro

Tuve un par de episodios que me convencieron, definitivamente, de que no puedo solo con esto. En pocos días más se cumplen 11 meses de mi comienzo en diálisis. No sé si mi ánimo de estos días tuvo que ver con eso. Pero lo cierto es que un par de noches, mientras trataba de conciliar el sueño, tuve como repentinas sensaciones extrañas, que simplemente podría describir como accesos de angustia.

Y una angustia bastante concreta. La angustia que produce la sensación de encierro. La sensación de no tener salida. Quizás, quién sabe, sea algo parecido lo que siente un recluso a cadena perpetua. No tengo ninguno a mano como para preguntarle qué se siente. Quizás la diferencia sea de intensidad, no de naturaleza.

Ambas veces me permití algo que los hombres no solemos permitirnos porque aún tenemos eseLágrimas cayendo cassettito tan primoroso, tan grabado a fuego desde nuestra infancia por la parte más machista de nuestros bienamados progenitores varones, que nos reza, cuando las lágrimas son una piedra agria en la garganta, «los hombres no lloran, los machos se la bancan, llorar es de maricones». Y entonces uno se traga la piedra, se traga el llanto. Y listo.

Afortunadamente ya tengo 42 años de edad y varios de terapia encima. Tengo muchas «horas de vuelo» en esto de ser paciente de psicólogos. Eso me ayudó a poder rajar con un par de puteadas al «enano machista» que nos coharta las ganas de llorar a los «machos». Y lloré, lloré como un hombre, con ganas, con bronca, con angustia. Con la compañía de mi mujer, que (pobre) no sabía qué hacer, qué decirme, pero estaba ahí, aunque sea para acariciarme la cabeza.

Y la verdad que fue bárbaro poder llorar. Llorar lava los ojos y el alma de adentro hacia afuera. Y, cosa curiosa, después de llorar me dormí como un angelito.

Más atrás dije que no puedo solo con esto. Y decir eso equivale a la necesidad de hacer algo que debí hacer hace rato: comenzar una terapia de apoyo. Son muchas las cosas que le pasan a una persona que está en diálisis. Sobre todo en sus relaciones sociales. ¿Cómo es esto? Fácil: imagínense una reunión familar o de amigos. El común denominador en esos casos suele ser la comida. No hay reuniones (al menos en la Argentina) donde la comida no sea el factor aglutinante por excelencia. Y otro tanto valdría decir de lasbebidas.

El discreto encanto de las comidas

Y, para quien no lo sepa, los dializados tenemos límites en ambas cosas. En las comidas: por empezar todo lo que sea salado. Lo salado da sed, y debemos controlar la ingesta de líquidos, para evitar una acumulación que nos genere hipertensión, edema pulmonar, y eventuales inconvenientes post-sesión de diálisis por pérdidas bruscas de líquido.

Cho-co-la-te...Luego, los alimentos ricos en fósforo. Los lácteos (particularmente los quesos), los cereales con cáscara (avena, sésamo, cualquier cosa «integral», lentejas, garbanzos, porotos), el pan negro, las achuras, los mariscos, el atún y varias clases de pescado, los chocolates (que además son ricos en potasio, que también hay que evitar), el dulce de leche, las galletitas dulces, la factura de panadería…

A esto hay que agregar los embutidos (fiambres varios, salchichas, leverwurst, paté de hígado, salames)…

La lista es larga, y la paciencia debe ser directamente proporcional. Pero es muy difícil mantenerse «en la línea» cuando unio asiste a una reunión. Es (se vuelve) muy molesto esto de que te pregunten a cada plato ofrecido «¿vos podés comer esto?». Dan ganas o de no comer nada, o bien de caer a la reunión con la viandita.

Como sea, uno se siente excluido. Diferente.

Y llega, más tarde o más temprano, más fuerte o más débil, la añoranza. La añoranza de los buenos tiempos, esa época en la que podíamos comer y tomar lo que queríamos.

Quizás por eso, cada tanto, la angustia. Cuesta acostumbrarse a los límites. Y los de las comidas son sólo algunos.

Éste no fue un post donde uno mire el vaso «medio lleno», precisamente, lo sé. Pero no es obligación en Diario de Diálisis hablar sólo de lo positivo. Éste es un diario, y como tal refleja todo. Los buenos y los malos momentos de este viaje llamado diálisis. Hoy estoy con este ánimo. Que no es del peor, lo aclaro. Hubo momentos peores. Y lo hubo mejores. Mucho mejores. Y mañana, con la luz del sol y el cariño de quienes me quieren y sostienen, las cosas volverán a tomar una apariencia más cercana a la de la realidad. Esa apariencia por la que podemos ver lo malo… y lo bueno, a la vez.

Somos seres humanos. Nuestra alma es una película que nunca termina.

Por eso nunca es bueno quedarse aferrado a una «foto». Eso nos hace perder el devenir de la historia. Y en la película completa hay más verdad que en un momento o foto aislados.

 

9 respuestas to “A QUIENES SIGUEN ASIDUAMENTE DIARIO DE DIÁLISIS”

  1. Angel said

    Hola Alejandro
    todos pasamos por esos momentos en los que el cielo se nos cae encima. Pero recuerda, existen personas a nuestro alrededor que con su cariño y su dedicación nos animan.

    La vida social de los hispanos se centra en la comida. Cuando te reunes es siempre alrededor de la comida y de la bebida. Pero eso no debe de ser un impedimento para nosotros. Más bien debe de ser un aliciente.

    La gente, con su cariño y su desconocimiento, intenta buscar que puedes comer y te preguntan por todo. Yo he aprendido a ser sincero y preguntar que se va a comer y decir ‘esto puedo y aquello no’ y el ‘¿podrías prepararme esto para mi?’.

    Quiero que mis palabras te animen y te ayuden a superar el momento de bajón (que todos tenemos alguna vez).

    Quizás saber que no eres el único puede ayudarte. Aquí en este lado del charco decimos ‘mal de muchos, consuelo de tontos’.

    Animo y adelante que lo mejor está por llegar.

  2. Eduardo said

    Te da bronca. Puteás, te revolcás, te resistís, pegás un puñetazo a la pared y decís mil veces «porque a mí».

    Y más si es de noche. Y estás solo o, mejor dicho, estás en ese momento físicamente solo, en una habitación recontraconocida pero que ahora el insomnio, la noche y el silencio la tornan pesada, tediosa.

    Y llorás. Y está bien que llores. Porque te desahogás, es decir, salís del ahogo en que sentís que algunas veces estás.

    Pero sabés qué… yo no tiendo a creer en Dios pero que lo hay, lo hay… Y siento que eso que hay no es alguien perverso, maldito, para el que la vida de uno es un catre de tortura y que quiere que confesemos vaya a saber qué cosa.

    No. Eso que hay debe ser, me imagino, alguien que no es ni bueno ni malo. Que está donde está (¿quien sabe dónde?) para equilibrar.

    Entonces, eso que hay y que vos puteás con toda razón sopesa males, dolores, pesares y te manda, entonces, una IRC; te ata horas y horas al Arturito para la diálisis y te pone frente a frente con un potencial trasplante. Para no putearlo.

    Pero ¿sabés que me imagino siempre? Que eso que hay podría haber tenido entre sus «bonitas» cartas, otras cosas para vos: que quien tenga que pasar por lo que estás pasando vos en este momento no seas vos sino tu hijo. Y que vos lo acompañes a diálisis, que lo calmes, que lo contengas. Que lo pienses de cara a un transplante. Que tengas que contenerte para llorar porque él sabe que lo hacés por él y no por vos…

    Entonces, seguro que a solas, para que él no te vea, vas a putear y en vez de preguntarte una y mil veces: «¿Por qué a mí?», te vas a preguntar todo el tiempo: «¿Por qué a él? ¿Porqué no me pasó a mi?»

    Te quiero mucho.

  3. Juan said

    Alejandro, Como te entiendo, y seguramente todos lo entienden, Esta semana tmb fue dificil, ya tengo turno con el jefe del centro a donde «creo» q voy a ir, asiq cada vez esta todo mas cerca..

    Saludos y como diria TATO, good Show.

    juan

  4. LINA said

    hola, ale;
    esto parece una endiablada coincidencia. tú has tardado once meses en decidir participar en una terapia. yo, ocho. me va rondando por la cabeza desde hace unas semanas. y estos días lo vi claro. necesito una barandilla a la que aferrarme. y eso no significa que los míos no son suficiente. es que yo no soy suficiente, y tendré que aprender a serlo. reconozco como míos esos accesos de angustia. y te aseguro que lo que más se asemeja, para mí, al consuelo en esas situaciones es ver que me quieren. no puedo decirte nada que no sepas. ambos conocemos la gravedad de los hechos. a mí, a veces, también me consuela el paso del tiempo, aunque parezca contradictorio. cuando me siento mal, pienso: sólo me queda sentirme mejor; mañana será mejor día, aun sabiendo que esta situación no va a cesar nunca, que es para siempre. hay que relativizar, ale. relativiza y encuentra los detalles que te hacen, en cierto sentido, «afortunado».
    muchos besos y muchos ánimos desde españa.

  5. lina said

    ale, oye, que no te he contado mi último descubrimiento. ayer me quedé algo preocupada por ver que no te encontrabas muy bien y se me olvidó comentártelo. resulta que prácticamente desde que empecé diálisis que dormía muy mal. por las pesadillas, sobre todo. eran unas pesadillas horribles. cada vez iba a peor. a lo mejor también a causa de la primavera (que en argentino quiere decir otoño). la cuesitón es que se me ocurrió empezar a hacer algo de ejercicio (cosa que ya me habían recomenando en la unidad de diálisis de mi hospital). hace tres semanas de eso. y los resultados son sorprendentes: tengo menos pesadillas, a veces no recuerdo si sueño y otras los sueños son incluso agradables. se trata de media horita al día solamente. unos ejercicios sencillos para mantenerse, que hago en mi propia habitación, con unas mancuernas, un tensor y una alfombrilla. es sencillo. ¿lo has probado?
    pdta: recuerdo una época de estos cinco últimos años en la que necesitaba somníferos para dormir. los acabé tirando a la basura porque cada noche necesitaba más dosis y cada día me despertaba más triste. el deporte produce endomorfinas, digo, endorfinas; o sea, cosa de esa que te hace sentir bien. no sé, puede ayudar. muchos besos!

  6. Respuesta al comentario 1, de Ángel. Muchas gracias, «colega» de diálisis. Como siempre me das tu palabra oportuna, que logro sentir como una auténtica mano en el hombro o como un brazo firme cuando me trastabillo. Es bueno saber que desde tan lejos el afecto llega tan intacto.

    Un fuerte abrazo y gracias otra vez.

    Alejandro.

  7. Respuesta al comentario 2, de Eduardo. Edu, amigo del alma, hermano que la vida me regaló, como siempre me sorprendés con puntos de vista o enfoques que a mí jamás se me hubiesen ocurrido.

    Es muy fuerte pero muy cierto lo que me decís. Y además, muy sabio. Cuando pasan estas cosas sé por qué el destino (o ese algo que muchos llaman «Dios») quiso que volviéramos a encontrarnos después de 10 años de distanciamiento.

    Gracias por regalarme esas palabras. Me sirven, no te imaginás cuánto.

    Yo también te quiero mucho. Un abrazo enorme.

    Ale.

  8. Respuesta al comentario 3, de Juan. Pensá que a partir del momento en que entres en diálisis, mes más o mes menos, lo que tendrás será vida «de yapa». Siempre hablamos de la naturaleza, y de lo bueno que es vivir en contacto con ella y a veces hasta añoramos vivir en otras épocas, donde la humanidad era más «amiga» del «estado natural de las cosas».

    Si estuviésemos allí, yo ya estaría viendo crecer los rabanitos desde abajo, y vos estarías rumbo a eso. Pero no: gracias a esos benditos aparatos (los «arturitos», como les digo yo) podremos seguir viviendo nuestras vidas (con limitaciones, sí, pero vivos) hasta que nos llegue la oportunidad de un trasplante. Y luego, seguir viviendo. Incluso sin tener que ir a un centro de diálisis tres veces por semana.

    Es mucho mejor ahora, ¿no?

    Espero haberte ayudado. Un fuerte abrazo.

    Alejandro Marticorena.

  9. Respuesta a los comentarios 4 y 5, de Lina. Te agradezco muchísimo por lo que me decís. Y es muy cierto. Sólo nos queda sentirnos mejor cuando estamos (como decimos los argentinos) «de bajón».

    Me reconforta saberme entendido cabalmente. No porque quien no hace diálisis no pueda entenderme. Pero sí es cierto que sabés cabalmente qué siento porque lo has sentido en carne propia. Y eso nos da un «sentido de pertenencia» muy fuerte, un lazo muy especial. El concepto de «te pasa lo mismo que a mí», o como vos decís, «reconozco como míos esos accesos de angustia» es algo que me sostiene, que me ayuda, que combate mi sentimiento de soledad y me demuestra que es eso: sólo un sentimiento, porque gente como vos, como Ángel, como Eduardo o como Juan (y quienes escriban a partir de ahora) están allí para ayudar y para compartir, cada cual a su modo, lo que nos pasa.

    Te mando un beso y un agradecimiento muy grande desde la Argentina.

    Alejandro Marticorena.

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